SUÁREZ, GONZALO
«Suárez compuso El caso de las cabezas cortadas en 1958, cuando contaba veinticuatro años y vivía en París, donde conoció a su mujer de ahora y de siempre: Hélène Girard. El libro, digámoslo ya, es una maravilla que inevitablemente retrotrae al mundo de las primeras narraciones de Suárez, De cuerpo presente, de 1963, o Trece veces trece, de 1964, aquella época en que Pere Gimferrer, líder por entonces de la vanguardia veinteañera española, escribió: Muerto Luis Martín-Santos e inactivo Sánchez Ferlosio, si la joven narrativa española ha de darnos un maestro, quizá sea este Gonzalo Suárez».
Del prólogo de Javier Cercas
¿Escritor que hace cine, cineasta que regresa a la Literatura? De cuando en cuando hay mariposas que se niegan a dejarse clavar en el cartón de las bibliografías y los catálogos, de cuando en cuando, también, hay lectores o espectadores que siguen prefiriendo las mariposas vi vas a las que duermen su triste sueño en las cajas de cristal.
Julio Cortázar
Gonzalo Suárez escribió El caso de las cabezas cortadas en 1958, con apenas veinticuatro años y la efervescencia creativa de quien aún no ha sido domado por géneros ni etiquetas. Y aunque el libro ha permanecido al margen del tiempo, su esencia sigue tan viva como aquellas mariposas que Cortázar se resistía a ver clavadas en cartón.
La novela nos adentra en un universo enigmático y vibrante, donde la literatura y el cine parecen fundirse en un mismo latido. La trama se desliza entre lo real y lo absurdo, entre el thriller y el relato experimental, con un estilo que recuerda a las primeras obras de Suárez, aquellas que hicieron que la crítica lo señalara como una de las voces más prometedoras de la narrativa española.
Desde el prólogo de Javier Cercas hasta la última página, El caso de las cabezas cortadas no es solo un libro, sino un manifiesto de libertad creativa. Suárez se mueve entre géneros con la elegancia de quien no necesita justificarse: lo mismo construye una atmósfera de misterio que desarma la realidad con una sonrisa irónica.
El lector que busque respuestas cerradas no las encontrará aquí. En su lugar, hallará una obra tan inquietante como fascinante, una exploración literaria que sigue viva décadas después, escapando de cualquier intento de clasificación. Como las mariposas que prefieren volar antes que quedarse atrapadas en una caja de cristal.
Gonzalo Suárez escribió El caso de las cabezas cortadas en 1958, con apenas veinticuatro años y la efervescencia creativa de quien aún no ha sido domado por géneros ni etiquetas. Y aunque el libro ha permanecido al margen del tiempo, su esencia sigue tan viva como aquellas mariposas que Cortázar se resistía a ver clavadas en cartón.
La novela nos adentra en un universo enigmático y vibrante, donde la literatura y el cine parecen fundirse en un mismo latido. La trama se desliza entre lo real y lo absurdo, entre el thriller y el relato experimental, con un estilo que recuerda a las primeras obras de Suárez, aquellas que hicieron que la crítica lo señalara como una de las voces más prometedoras de la narrativa española.
Desde el prólogo de Javier Cercas hasta la última página, El caso de las cabezas cortadas no es solo un libro, sino un manifiesto de libertad creativa. Suárez se mueve entre géneros con la elegancia de quien no necesita justificarse: lo mismo construye una atmósfera de misterio que desarma la realidad con una sonrisa irónica.
El lector que busque respuestas cerradas no las encontrará aquí. En su lugar, hallará una obra tan inquietante como fascinante, una exploración literaria que sigue viva décadas después, escapando de cualquier intento de clasificación. Como las mariposas que prefieren volar antes que quedarse atrapadas en una caja de cristal.