SABORIT, JOSÉ
La belleza de los árboles podría haberse titulado también Con los árboles, porque su compañía anima a la escritura a través de un pequeño bosque en el que los ecos y las voces, las imágenes y los reflejos se enredan en un cálido abrazo. Es algo parecido a una casa. Una casa de árboles que, aún verdes, se resisten a la fuerza del olvido. Los hay frondosos, robustos, florecientes; otros frágiles, enjutos, desmochados. Pero todos, sin excepción, beben la misma savia: la savia del deseo de más vida. En esa doble vida que las palabras fundan ya solo necesitan la luz de una mirada, el agua de unas horas, un cobijo en la tierra de alguna memoria. El aire que discurre entre quien escribió y quien lee.