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13 AGO

La infancia como espejo.

En Prontos, listos, ya, Inés Bortagaray transforma lo cotidiano en un relato íntimo y conmovedor. Breve, delicado y lleno de resonancias.
La infancia como espejo.

Prontos, listos, ya, de la escritora uruguaya Inés Bortagaray, es una novela breve y luminosa que consigue capturar el espíritu de la infancia y la fuerza de la memoria con una sencillez desarmante.

La historia está narrada desde la mirada de una niña que observa el mundo de los adultos con curiosidad, inocencia y una lógica propia. A través de esa voz, Bortagaray nos invita a entrar en un universo íntimo, lleno de escenas familiares, juegos, silencios y secretos que laten bajo la superficie. El gran acierto de la novela es esa mirada infantil, fresca y a la vez profunda, que convierte lo cotidiano en algo lleno de significado.

El estilo de la autora es delicado y preciso: frases cortas, imágenes sencillas pero potentes, y un ritmo que recuerda al fluir de los recuerdos. Lo que podría parecer una historia mínima se transforma en un relato lleno de resonancias emocionales. Bortagaray consigue que el lector se reconozca en esas pequeñas anécdotas, recordando sus propios veranos, miedos y descubrimientos.

Más allá de la infancia, la novela plantea preguntas sobre la familia, la identidad y la manera en que la memoria moldea lo que somos. Es un libro breve, sí, pero con una hondura que permanece mucho tiempo después de cerrarlo.

 

En definitiva, Prontos, listos, ya es una obra que sorprende por su frescura y sensibilidad. Una lectura que demuestra cómo, a veces, lo más pequeño contiene lo más universal.

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